Desde fuera puede parecer que el trabajo de un comercial inmobiliario consiste simplemente en enseñar locales, dar llaves y cobrar una comisión. Es normal pensar así, pero desde dentro sabemos que no es así en absoluto. 

En la compra y venta de inmuebles, el comercial es, literalmente, quien hace que todo ocurra. Sin esa figura no hay movimiento ni acuerdos ni cierres. No se trata solo de vender: hablamos de alguien que interpreta necesidades, traduce intereses, identifica oportunidades y ayuda a convertirlas en operaciones reales. Y todo esto en un mercado que no perdona improvisaciones. 

Hablar el idioma de comprador y vendedor 

Quien compra un local comercial busca inversión, una ubicación estratégica, una oportunidad de negocio. Y quien vende, rara vez lo hace por razones emocionales. Suele haber cálculos, replanteamientos, decisiones frías. El comercial es quien traduce todo esto y consigue que las dos partes se entiendan. No es fácil. Hace falta tanto conocimiento técnico como visión de negocio. 

Lo que no se ve 

La mayoría no ve las llamadas sin respuesta, las visitas que no prosperan, las semanas de seguimiento, los informes, los análisis de competencia o las negociaciones que se caen a última hora.  Es un proceso bastante interno, por lo que no se ven las horas dedicadas, pero están ahí. 

Un buen comercial defiende el valor de su cliente pero también le dice lo que no quiere oír cuando es necesario. Conoce los aspectos fiscales, legales y urbanísticos, pero también entiende cómo se mueve la gente, qué negocio funciona en cada zona, entre otros. 

Adaptarse

No todo el mundo sirve para esto. Hay que adaptarse a ritmos muy distintos, tratar con perfiles muy exigentes y, muchas veces, gestionar frustraciones ajenas. Es muy necesaria la resiliencia. 

En Brickbro lo tenemos claro, por eso damos al equipo comercial el valor que merece. Ellos dan sentido a todo lo demás.